Cabeza borradora

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La hipersensibilidad del insomnio juega malas pasadas: el ritmo se acelera o ralentiza, distorsiona las horas y solapa las ensoñaciones con la realidad; quizás por eso Lynch inicia cabeza borradora con una atmósfera extraña y un ruido contínuo inquietante. Casi durante todo el largometraje los sonidos de relojes nos acompañan y recuerdan la fugacidad de nuestra existencia (también hace otros guiños sutiles: como por ejemplo en la escena en la que sube con la compra, la posición de los brazos hace pensar en el ascensor como un ataúd vertical).


Suelos con rayas zigzag, muebles peculiares y antiguos, simetría y caos conviven dentro de los claroscuros platós donde la historia se va desmenuzando. Es fácil empatizar con el personaje principal, Henry Spencer, ya que se le plantean muchas situaciones comunes: la atracción a lo prohibido, el demorar la llegada porque incluso la ciudad vacía -medio derruida- genera más confort que una casa llena de desconocidos con los que tendrás que compartir muchos momentos futuros, etc.

El rostro de la impaciencia de Mery, conversaciones entre eslabones de una cadena que mueve la ciudad, la dominación y el sentido de superación del padre de Mery encaminan a ese mítico momento de la cena en familia en el que el pollo empieza a moverse y a sangrar que me parece una alusión a la incomodidad del protocolo de formalizar la relación ¿a quién no se le ha atragantado alguna de estas comidas? o ¿quién no ha sentido esa tensión que se podía cortar con un cuchillo en el ambiente? Sobre todo cuando la noticia que te ha llevado allí desata tu pánico a ser padre. La vida te arrastra y tienes que apechugar con los errores que has cometido. Pasas de la soltería a un matrimonio impuesto por un bebé prematuro.

La música te va manejando a su ritmo, te hace vivir el film como si fueses un personaje más de aquella grotesca escenografía. Henry Spencer, intenta evadirse de su realidad entre sueños que se tornan a pesadilla donde su subconsciente le invita a acabar con su sufrimiento cantándole “In heaven, everything’s fine”, apareciendo nuevamente la muerte (de su hijo o propia) como salida a ese ritmo de vida vertiginoso que le ha apresado, sobre todo tras un aborto de Mery y una infidelidad.

Conseguirá escapar del tornado emocional y en ese momento dará otro giro la película haciendo que de la cabeza guillotinada de Henry se saquen las gomas borradoras para los lápices como alusión a que el mundo sigue y de que hay un negocio gracias a la inevitable muerte.  Pero ¿no ha sido más que un sueño? ¿Un aviso? ¿Una premonición?

2 ideas :

Álex Ruiz dijo...

He abierto Feedly y creía estar leyendo un artículo de Jot Down XD

No sería mala idea enviárselo a redacción, a lo mejor lo ponen. Ángel fue el que me dejó el dvd de Cabeza Borradora :P

Anónimo dijo...

Uooooo ha sido todo un piropazo este comentario Álex y la verdad es que estaría genial que les encajase y lo pusiesen :D ¿Ángel es un Lynchiano? :)